John Sulston y su equipo secuenciaron
un tercio de nuestro 'libro de la vida'.
Premio Nobel de Medicina de 2002, este químico británico ve el futuro con optimismo, siempre y cuando no nos suicidemos como especie. Para evitarlo, aboga por un mundo con "más gente más igual". Ayer visitó Bilbao para intervenir en las
XI Jornadas sobre Derecho y Genoma Humano, que se celebran en la
Universidad de Deusto.
-Usted ha dedicado casi la mitad de su vida a un gusano.
-Ja, ja, ja... Sí, es verdad. Parece de locos, pero así funciona la biología. Tienes que dedicar tiempo a alcanzar una comprensión profunda de un aspecto determinado y luego, como la vida es universal -como toda está emparentada por la evolución-, eso te permite entender muchas otras cosas.
-Gracias a que los principios son comunes.
-Antes que nosotros, hubo gente que dedicó su vida al estudio de bacterias como las que tenemos en el intestino y así avanzó la biología molecular. Del mismo modo, con el gusano 'Caenorhabditis elegans' hemos aprendido, por ejemplo, cómo unas células hablan con otras y controlan los procesos. Así que no estuvimos estudiando durante treinta años un gusano, sino a nosotros mismos.
-Ese gusano, de un milímetro de largo, tiene unos 19.000 genes...
-Más o menos.
-Nosotros, siendo completamente diferentes, sólo unos 30.000.
-Probablemente. Estamos avanzando poco a poco en la comprensión del genoma. Ahora sabemos, por ejemplo, que hay pedazos muy pequeños de ARN que controlan genes. La complejidad de nuestro genoma es mayor de lo que creíamos. No depende tanto del número de genes como de la forma en que éstos se organizan.
La complejidad humana
-Hace un lustro se decía que teníamos unos 100.000 genes.
-Era una suposición. Somos grandes e importantes. Por tanto, tenemos que tener muchos más genes que un simple gusano, ¿no? Mi amigo Richard Durbin, director de Informática del Instituto Sanger, tiene una muy buena analogía a la que suelo recurrir. Un ladrillo puede servir para levantar una humilde casa o un palacio. La diferencia no está en el ladrillo, sino en el plano que sigue el arquitecto. Creo que así es como tenemos que ver nuestra complejidad.
-¿Somos especiales?
-Bueno... No nos comparemos con el gusano, sino con el ratón. Tenemos casi el mismo número de genes. Pero lo importante no es la cantidad, sino cómo se organizan los genes para hacernos más grandes, con un cerebro más grande...
-Que puede entender la vida. Somos el único ser capaz de eso.
-En 4.000 millones de años de vida en la Tierra, ahora es cuando un ser vivo puede entender la vida. Hasta donde sabemos, somos el único ser en el Universo capaz de hacerlo. Y estamos en un momento crucial, muy peligroso, de nuestra evolución porque tenemos el poder de autodestruirnos y los gobiernos no están haciendo lo mejor para el futuro. Si sobrevivimos, nuestras posibilidades serán ilimitadas porque nuestro cerebro controlará el Universo.
-¿No hay límites para el ser humano?
-¡No! No hay límites al poder del ser humano. Piénselo. Nuestro cerebro aprende cosas, se adapta, fabrica herramientas, controla procesos cada vez más complejos... El único límite es nuestra tendencia a la agresividad. Estamos en un momento crucial. Carl Sagan dijo que la razón por la que no veíamos otras formas de vida inteligente en el Cosmos es que muchas civilizaciones se autodestruyen llegado cierto punto de la evolución. Tenemos que ser conscientes de ese peligro.
-¿Sómos sólo química, genética?
-Sí, sí... Y esta máquina -indica la grabadora- y mi ordenador portátil están hechos de circuitos electrónicos y hacen cosas extraordinarias. Somos una computadora capaz de aprender. El hecho de que estemos hechos de genes no me preocupa. Es lo que somos. Aunque sea interesante desde el punto de vista filosófico preguntarse por el origen, lo importante es el futuro.
-¿Ve nuestro futuro en el espacio?
-Sí. ¡Es posible cualquier cosa que soñemos!
-¿Y seres humanos adaptados genéticamente a nuevos entornos?
-No creo que modificar genéticamente humanos sea importante. Lo realmente importante es que podemos fabricar máquinas. Puedes soñar con tener alas para volar como un pájaro o branquias para nadar como un pez, pero, si te modificas genéticamente, puedes hacer una cosa o la otra, no ambas. Es mucho mejor tener máquinas para volar por la mañana, practicar el submarinismo por la tarde y tomar una copa en un bar por la noche. Somos demasiado inteligentes como para modificarnos genéticamente.
La enfermedad
-Mucha gente supo de la existencia de los genes en la escuela, pero sólo es consciente ahora de que la secuenciación del genoma va a cambiar nuestras vidas. ¿Cuándo veremos beneficios?
-¡Estamos viéndolos ya! El diagnóstico de enfermedades es mucho más fiable que lo que lo era hace unos pocos años. Estamos encontrando los que pueden ser los blancos genéticos de nuevos medicamentos. Seguramente, en diez o veinte años, podremos curar no todos, pero sí muchos tipos de cáncer.
-¿En veinte años?
-Sí, seguro. Y le voy a decir por qué. Porque el cáncer es una enfermedad del ADN, tiene su origen en una modificación del ADN. Ahora que tenemos la habilidad de escanear todo el ADN, podemos descubrir el gen vinculado a cada tipo de tumor. Creo que en diez años tendremos, por ejemplo, una cura para el melanoma. Ya sabemos dónde tenemos que mirar para encontrar el blanco hacia el que dirigir las medicinas. Lo más importante es el cambio que el genoma va a suponer para la medicina como práctica.
-¿Qué quiere decir?
-La medicina ha sido durante siglos una técnica, una especie de arte. Ahora, empezamos a entender los mecanismos. Imagínese un coche. Si se para porque sí y uno no sabe mecánica, no hay nada que hacer. Si uno sabe lo que va mal, puede repararlo. La medicina está cambiando de ser un arte a ser una ciencia.
-Con una medicina que cure enfermedades hoy mortales y una mejor tecnología de trasplantes, ¿hasta cuándo vamos a vivir?
-No tiene sentido hablar de límites de edad. ¿Quizás la inmortalidad? No lo sé. Personalmente, estoy más interesado en la inmortalidad de la especie que en mi inmortalidad. Quizá todo el mundo pueda llegar a los cien años. Yo no estoy interesado en la inmortalidad. Soy muy feliz con la idea de que, en un momento determinado, moriré y dejaré sitio libre para otra persona con un nuevo cerebro, unas nuevas ideas...
-Pero su cerebro todavía está al 100%, ¿no?
-Sí. Está bien. Pero cada cerebro es único por su origen genético y por su experiencia. Imagínese lo que podría ocurrir en la ciencia con profesores muy viejos y alumnos jóvenes a los que dijeran 'no, no, no' a cada nueva idea.
-Todo eso está muy bien, ¿pero hasta cuándo vamos a vivir?
-No me interesan los límites. Lo que tenemos que hacer es que cada vez más gente cumpla más años con mejor salud. Que aumente la calidad de vida. Vivir mejor es más importante que vivir más tiempo.
-¿Se extenderán esos beneficios a todo el género humano?
-Es algo necesario. El genoma es un regalo del cual tiene que beneficiarse todo el mundo. Pero, aunque no lo tuviéramos, la mejor manera de acabar con los conflictos y superar un futuro peligroso es hacer a más gente más igual. Tenemos que asumir que la Tierra es una y que hay que compartir los recursos. Debemos reclamar a los gobiernos que trabajen en esa línea, con la idea de que somos una comunidad.
-¿Vamos a vivir alrededor de la genética un choque entre religión y ciencia, como ya ocurrió en los tiempos de Copérnico y Darwin?
-Espero que todos seamos racionales y no basemos decisiones fundamentales en dogmas, como hace mil años. Hay mucha gente religiosa que cree que la religión, como la ciencia, tiene que adaptarse a las nuevas realidades. En España, como en el Reino Unido, se ha tomado una buena y práctica decisión: permitir la experimentación con células madre procedentes de embriones sobrantes de la fecundación 'in vitro'. Por otro lado, ciencia y religión coinciden en oponerse a la clonación reproductiva.
La clonación
-Usted es partidario de la clonación terapéutica.
-Absolutamente.
-Pero está en contra de la clonación reproductiva.
-Sí.
-Si se resolvieran los problemas técnicos y fuera el último remedio para que una persona tuviera un 'hijo biológico', ¿se opondría?
-Si fuera técnicamente seguro, no me importaría. De todos modos, pienso que muy poca gente recurriría a la clonación para reproducirse. La mayoría prefiere tener hijos con la persona que ama. ¿Cuántas personas van a querer producir una copia genética de sí mismos? Creo que muy pocas. Es más emocionante tener un hijo con tu pareja.
-¿Cuándo tendremos acabado nuestro libro de la vida, la versión definitiva del genoma?
-Pienso que será una labor para siempre. Mientras haya seres humanos en el Universo, tendremos cosas que aprender del genoma. Siempre.
33 GENES PARA 6.000 MILLONES DE CARAS
-Llevamos en cada una de nuestras células una molécula, el ADN, que contiene más o menos la historia de la vida desde que surgió en la Tierra, ¿no?
-En principio, sí. Si estudiáramos todos los organismos, podríamos retroceder en el tiempo hacia el principio del proceso, estableciendo las relaciones entre unos seres vivos y otros, porque todos estamos emparentados.
-Y más dentro de una misma especie. Se da la paradoja de que un ser humano comparte con cualquier congénere el 99,9% del genoma, pero somos 6.000 millones de personas diferentes.
-Es una diferencia de una milésima del genoma, que tiene 3.000 millones de pares de bases. Cada uno llevamos dos copias del genoma, una de la madre y otra del padre, que se han recombinado de una forma nueva en nosotros. Si piensa en las diferencias totales entre usted y yo, hay que dividir 6.000 millones entre 1.000: eso da 6 millones de diferencias entre su genoma y el mío, aunque algunas de ellas no tengan ningún efecto práctico.
-Es muy complicado.
-No hay que pensar aritméticamente, sino en términos de matemática combinatoria. Imaginemos que hay un gen que controla la apariencia del rostro y que puede darse en dos variantes. Habría dos tipos de posibles caras. Si en vez de uno, los genes son dos, tendríamos cuatro caras posibles: AA, AB, BA y BB. Con tres genes, las caras serían ocho. ¿Cuántos genes necesitamos para que los rostros de todos los seres humanos vivos sean diferentes? Sólo 33.
-¿Nada más?
-Nada más. 33 genes, cada uno con dos variantes, dan a cada ser humano una cara única.
-Pero nuestro genoma tiene en total 30.000 genes.
-Exactamente. Y los genes se combinan de una forma mucho más complicada. Hay una cascada de hechos: un gen controla a otros genes, que controlan a otros genes... Ésa es la clave. Con lo que las posibilidades se multiplican.
EL PERSONAJE
Nació el 27 de marzo de 1942. Es
hijo de un vicario anglicano y de una maestra de escuela.
Doctor en Química Orgánica por la
Universidad de Cambridge, fue investigador del
Instituto Salk entre 1966 y
1969, año en el que empezó a estudiar el linaje celular de ‘Caenorhabditis elegans’. Completó en 1998 la secuencia del genoma de este gusano de 959 células, el primero de un animal que se publicó.
Desde 1992 hasta 2000, fue director del
Centro Sanger, en Cambridge, donde
lideró el equipo británico del consorcio público Proyecto Genoma Humano. Defensor del genoma como objeto de dominio público, impidió que
Craig Venter privatizara el ADN humano.
Nombrado ‘Sir’ en 2001, recibió ese mismo año el
premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica, y el Nobel de Medicina en 2002.
Publicado originalmente en
'El Correo'.