"Desde el gigantesco pez espada hasta el poderoso atún de aleta azul y desde el mero tropical hasta el bacalao antártico, la pesca industrial ha esquilmado los océanos. No queda una frontera azul en pie", lamenta el biólogo marino Ransom Myers, de la
universidad canadiense de Dalhousie. Myers y Boris Worm, de la
Universidad de Kiel (Alemania), publicaron el 15 de mayo en la revista
'Nature' un trabajo en el que advierten de que la pesca industrial ha acabado en sólo cincuenta años con el 90% de los grandes peces, que sólo queda en los océanos terrestres el 10% de los atunes, tiburones, bacalaos, fletanes, meros y peces espada.
Los dos investigadores han dedicado diez años a la recopilación de información de los caladeros más importantes. Han estudiado 47 años de censos de grandes peces predadores en cuatro plataformas continentales y nueve sistemas oceánicos. Su conclusión es que, si la tendencia no cambia, la actividad humana llevará a esas especies a la extinción en pocos años. Viviríamos entonces en un mundo sin atunes, peces espada, meros, tiburones, bacalaos. "Son la megafauna, los grandes predadores del mar, y las especies que más valoramos. Su reducción no sólo amenaza su futuro como especies y el de los pescadores que dependen de ellas, sino que también puede desembocar en una completa reorganización de los ecosistemas oceánicos de consecuencias globales desconocidas", afirma Worm.
En mar abierto
Los biólogos han comprobado hasta qué punto el alarmante declive no tiene fronteras gracias a los datos sobre las capturas de la flota japonesa, que navega por todos los mares y pesca una gran variedad de especies. "Donde antes las líneas capturaban diez peces por cada cien anzuelos, ahora son afortunados si pescan uno", indica el biólogo canadiense. "Los datos de las líneas de anzuelos japonesas nos cuentan una historia que no habíamos oído antes", destaca Daniel Pauly, de la
Universidad de la Columbia Británica, quien cree que Myers y Worm pueden haber pecado de optimismo.
"Dada la mejora de la tecnología de las líneas, las estimaciones de los autores son conservadoras. Si las capturas han caído en un factor de diez y la tecnología de las líneas ha mejorado, el declive es incluso mayor que el que están diciendo", aventura Pauly. Myers y Worm señalan, por su parte, que la pesca industrial reduce en un 80% la población de una especie durante los primeros quince años de explotación, antes de que los científicos empiecen a controlar los efectos de la captura masiva en un ecosistema concreto. Y llaman la atención, asimismo, sobre el hecho de que la presión humana impide que los animales alcancen las dimensiones de otras épocas. "El tamaño medio de estos predadores es ahora entre una quinta parte y la mitad de lo que era antes", explica Myers.
Los investigadores informaron de sus hallazgos a científicos empleados en algunas de las compañías pesqueras más grandes del mundo. Aunque admitieron la rápida reducción general de las poblaciones de grandes predadores, los biólogos de la industria fueron remisos a dar por buenos los datos de especies concretas como el atún. A juicio de los autores, sólo hay una solución: la reducción inmediata de las capturas en todo el mundo en un mínimo del 50% y la creación de reservas marinas.
Myers y Worm consideran viable la futura sostenibilidad de la industria pesquera con un esfuerzo que supondría entre un tercio y un décimo del que habría que hacer ahora para la recuperación de las reservas de grandes peces. "Tenemos que darnos cuenta de lo cerca de la extinción que están algunas de estas especies. Y debemos actuar ahora, antes de llegar al punto de no retorno. Quiero aquí a los atunes de aleta azul y a los tiburones martillo cuando crezca mi hijo de cinco años. Con los niveles de capturas actuales, estos peces seguirán el camino de los dinosaurios", sentencia Myers.