"¿Qué magnífica desolación!". La descripción de Edwin Aldrin, al pisar la Luna el 21 de julio de 1969, encaja a la perfección con el paisaje de Baikonur. La base en la que empezó a escribirse a mediados del siglo XX el último capítulo de la aventura humana -el de la exploración espacial- se encuentra en pleno desierto, en Kazajstán, al este del mar de Aral, en mitad de ninguna parte. Salpicado de torres de lanzamiento y edificios de apariencia destartalada en diferentes estados de conservación, el cosmódromo desde el que despegará
Pedro Duque mañana es el mismo desde el que salió al espacio Yuri Gagarin, el primer astronauta.
Baikonur es una isla rusa en el corazón de Kazajstán desde que la república asiática se independizó en 1991. A unos 2.500 kilómetros al suroeste de Moscú, la base ocupa 6.700 kilómetros cuadrados a orillas del río Syr Darya. Tiene dos aeropuertos, una decena de instalaciones de despegue -incluida la del fallido transbordador ruso 'Burán', cuyo semiderruido hangar sigue en pie cerca del centro de prensa- y una treintena larga de edificios donde se montan las naves espaciales. Todo ello conectado por vías de tren y carreteras sembradas de baches.
Misiles nucleares
El único punto de enlace entre la Tierra y la
Estación Espacial Internacional (ISS) desde
el desastre del 'Columbia' es un producto de la 'guerra fría'. Al igual que el
cosmódromo de Plesetsk, situado a 800 kilómetros al norte de Moscú y utilizado para el lanzamiento de satélites artificiales, Baikonur fue en sus inicios un campo de pruebas de misiles balísticos intercontinentales (ICBM). De hecho, el cohete de Duque, el 'Soyuz FG', es una evolución de los primeros ICBM, como todos los lanzadores rusos desde el que puso en órbita el Sputnik .
El carácter militar del complejo ha remitido en los últimos años, pero durante décadas fue un secreto para casi todo el mundo, aunque no para los aviones espía de Washington. Hasta mediados de los años 90, la ciudad de Baikonur no existía oficialmente, se llamaba Leninsk para las autoridades rusas y kazajas. La desintegración de la URSS dejó el cosmódromo fuera de territorio ruso y, en la actualidad, Moscú está de alquiler: paga a Astaná 115 millones de dólares anuales por su uso. Además, en los últimos años, se han instalado en la base empresas estadounidenses y europeas, con la consiguiente inyección de dinero, y han despegado de Baikonur astronautas de la
NASA y de la
Agencia Espacial Europea (ESA).
Falsas apariencias
Tras la fachada de una gran área industrial en decadencia -junto a la vías por las que ayer fue transportado el cohete de la
misión 'Cervantes' desde el hangar hasta el lugar del despegue, había todo tipo de chatarra-, se esconde una base de la que han partido cientos de misiones espaciales. La apariencia ruinosa se debe a que, como lo que sobra es suelo, las autoridades de Baikonur no se han molestado desde 1955 en tirar abajo las estructuras en desuso. Simplemente, las han dejado ahí. Pero, en el resto de los edificios, el exterior resulta engañoso: los desconchados de cara al Sol, lo único que brilla en el cosmódromo, contrastan con un interior funcional y moderno.
El lugar desde el que partirá el cohete tripulado por el español, el estadounidense
Michael Foale y el ruso
Alexandr Kaleri es un tradicional punto caliente en las visitas a Baikonur. No en vano, ahí empezó todo hace más de cuarenta años. Ayer al mediodía, decenas de visitantes asistían a la colocación de la nave en la rampa. Entre ellos, la familia del astronauta madrileño, emocionada e ilusionada. "Tampoco es Cristobal Colón, es un empleado de la ESA", decía el padre. La madre de Pedro Duque reconoció que estaba bastante más nerviosa que su hijo, del que dijo que estaba "contento, como siempre en estos momentos", y tranquilo.
Sólo desde la Torre de Lanzamiento número 1 de Baikonur se han efectuado 417 despegues desde 1957, incluidos los del 'Sputnik', la perra Laika y Yuri Gagarin. Por el ascensor de la estructura, subirá mañana Pedro Duque. Su próxima parada será la ISS.