En el pasado nadaron en los océanos terrestres diez veces más ballenas jorobadas y rorcuales comunes que en la actualidad, según dos genetistas de las universidades de
Stanford y
Harvard. Los investigadores han analizado muestras de ADN de tres especies del Atlántico Norte y han descubierto una diversidad genética sorprendentemente alta. Es la prueba de que en esa región hubo un tiempo, anterior a la caza comercial, en el que vivieron "entre 800.000 y 900.000 ballenas jorobadas, rorcuales comunes y ballenas minke, muchas más que las que se creía", dice el biólogo
Stephen Palumbi. Ahora, hay menos de 200.000 ejemplares, en total.
El trabajo, que se presenta hoy en la revista
'Science', es un mazazo para la
Comisión Ballenera Internacional (IWC). Palumbi y Joe Roman han centrado su estudio en la ballena jorobada, el rorcual común y la ballena minke, especies que fueron diezmadas desde mediados del siglo XIX para cubrir la demanda de aceite -para iluminación, jabones y perfumes-, barbas -para la fabricación de corsés y otros utensilios- y carne. Su investigación demuestra que las estimaciones de la IWC sobre las poblaciones máximas de estos mamíferos -basadas en registros de la industria de mediados del XIX- están muy alejadas de la realidad.
Impacto en el ecosistema
"Nuestro estudio es el primer intento de emplear la genética, en vez de los archivos de los balleneros, para saber el número de ballenas que existió", explica Palumbi. Los científicos han llegado a la conclusión de que la variedad genética entre las ballenas jorobadas del Atlántico Norte -han examinado el ADN de 188 ejemplares- apunta a un máximo de, como poco, 240.000 individuos. "Se creía que no había habido nunca más de 20.000 y, como ahora hay más de 10.000, la Comisión Ballenera Internacional podría permitir su caza en la próxima década". El nuevo cálculo echa por tierra esas pretensiones y sitúa el levantamiento de la moratoria para esta especie "dentro de 70 ó 100 años".
Mejor suerte han corrido el rorcual común -235 muestras de ADN-, del que viven hoy 40.000 ejemplares frente a los 360.000 de antes de la caza masiva, y la ballena minke -se han analizado muestras de 87 ejemplares-, cuya población es la mitad del máximo, calculado en unos 265.000 individuos. "Varios países quieren que se vuelva a permitir la caza comercial. La cuestión es saber cuándo una población es lo suficientemente grande como para autorizarla. Para esto hay que saber cuántas ballenas vivían antes de que la pesca industrial las exterminara".
"La desaparición de más de 800.000 ballenas en el Atlántico Norte afecta a todo el ecosistema", ha señalado
James Estes, biólogo de la
Universidad de California en Santa Cruz. Estos mamíferos no sólo son los principales consumidores de krill y peces pequeños, sino que además, cuando mueren, sus cuerpos se hunden y sirven de alimento a gran variedad de animales en el fondo del mar. "Una ballena jorobada adulta supera los 15 metros de largo y las 40 toneladas de peso. Multiplique eso por 240.000 ballenas y se hará una idea de la pérdida".