Decenas de ciudades de Estados Unidos y Canadá desaparecieron del mapa el jueves. Un apagón sin precedentes, que afectó a 50 millones de personas, dejó en la oscuridad durante horas la que es, en cuanto se pone el Sol, una de las regiones más brillantes del planeta. Europa occidental, Japón y la costa este de Norteamérica destacan cada noche por su gran luminosidad: a vista de satélite, pueden identificarse ciudades y vías de comunicación.
Más de un siglo después de su invención, la luz eléctrica perfila gran parte de las riberas continentales del planeta y deja a las claras no sólo dónde viven los ricos y dónde sobreviven los pobres, sino también cuáles son las regiones en las que menos parece haberse dejado sentir la mano del hombre. Ni una luz ilumina la cordillera del Himalaya y la oscuridad es casi total en los desiertos de África, Asia y Australia, pero ya han empezado a encenderse bombillas en las selvas africanas y americanas. Las zonas más brillantes no son las más pobladas: muy por encima de las atestadas China e India -cada una con más de 1.000 millones de habitantes-, Europa occidental se muestra como la región más 'humanizada'.
Del tercio de la población que residía en ciudades hace un decenio, se ha pasado a más de la mitad, y las previsiones apuntan a que, para finales de la década, dos tercios de la Humanidad vivirán en áreas urbanas. La Tierra iluminada por el hombre permite ver la red de autopistas interestatales que une las ciudades estadounidenses, el trazado del Transiberiano desde Moscú hasta Vladivostok, atravesando Asia central, y cómo Egipto es el río Nilo. Sólo un continente permanece virgen: la Antártida.
Firmamentos velados
Tanta luz a ras de suelo eclipsa la de las estrellas. En medio de una ciudad, pueden verse con suerte unas 100 de las 6.000 observables a simple vista. Un tercio de los humanos nunca disfruta del cielo tal cual es, porcentaje que asciende al 99% entre los ciudadanos de la Unión Europea y Estados Unidos. Cuando la luz se fue hace una semana en Nueva York, la Luna y un punto rojo, Marte, aparecieron brillantes entre los apagados rascacielos. Un espectáculo insólito. De hecho, para uno de cada diez humanos, la noche nunca es lo suficientemente negra como para que los ojos tengan necesidad de adaptarse a la oscuridad. Es la otra cara del progreso.