El uso de embriones sobrantes de la fecundación 'in vitro' (FIV) como fuente de células madre o troncales recibe "un apoyo amplio en la gran mayoría de los nueve países europeos" cuyos ciudadanos han participado en una encuesta de la Fundación BBVA sobre actitudes hacia la Biotecnología. La creación de embriones específicamente para investigación provoca, por el contrario, un rechazo "generalizado", al igual que el test genético preimplantatorio cuando persigue la selección del embrión por características físicas tales como el sexo.

Las células madre son células no especializadas, capaces de dar lugar a cada uno de los más de 200 tipos de células del organismo. Los científicos tienen depositada en la experimentación con estas células, presentes en las primeras fases del embrión, la esperanza de terapias contra males incurables y de la creación de órganos para trasplantes con el mismo ADN que el enfermo, lo que pondría fin al rechazo.

Desconocimiento

Sólo en dos de los países estudiados, Polonia y Austria, son más quienes se oponen a la investigación con embriones sobrantes de la FIV que los que la respaldan. Y únicamente en uno, Dinamarca, hay un apoyo claro de la población (48,1%) a la creación de embriones para la experimentación. En España, los partidarios de la investigación suponen el 35,7% de la población, frente a un 21,5% que la rechaza, un 21,7 % 'neutro' y otro 21,5% que "no sabe".

"La posición dominante en Europa es la de una aprobación tenue o muy cercana a la aprobación", indicó ayer Rafael Pardo, director de la Fundación BBVA. Cuando se pregunta al ciudadano si los posibles beneficios médicos son más importantes que los derechos de los embriones, en una escala de 0 a 10, sólo cuatro países apoyan la investigación con células madre embrionarias: Dinamarca (5,5), España (5,3), Francia (5) y Reino Unido (5). Sin embargo, si se añade un 'estímulo específico' -la mención a posibles tratamientos contra el Alzheimer, el Parkinson y la diabetes-, únicamente los austriacos rechazan esa línea de investigación.

Pardo dijo ayer que, "dado el bajo nivel de conocimientos existente en Europa acerca de las células troncales", la percepción de la mayor parte de la población hacia la investigación con embriones se fundamenta no en conocimientos específicos, sino sobre todo en valores, imágenes, criterios morales y creencias religiosas. "España -añadió - se encuentra ligeramente desplazada hacia los países con menos resistencia, a pesar de la tradición religiosa y de que más de un 70% de la población se declara católica".

Los autores del estudio han constatado que, aunque más de la mitad de los encuestados ha leído o visto alguna información sobre células troncales, muy pocos comprenden lo que son. Así, mientras el 65% de los alemanes ha recibido información sobre las células madre, sólo el 28,4% sabe que no pueden ser extraídas de los embriones sin destruirlos. Este porcentaje de ciudadanos con conocimientos mínimos desciende al 21,3% en Italia, supera el 20% en Dinamarca y Holanda, es del 16,5% en España y se desploma al 8,2% en Polonia.

El individuo

El estatus que los encuestados otorgan al embrión de pocos días depende de la variable religiosa. Aunque "Europa es claramente pluralista en su visión del comienzo de la vida humana y de la condición del embrión", en los países más religiosos -"no importa ser católico o protestante, sino creyente o no creyente", puntualizó Pardo- un importante sector de la población considera que existe un individuo en el mismo momento de la concepción y otorga al embrión los mismos derechos que a un ser humano. "Los no creyentes tienden a ver al embrión como más cercano a un conjunto de células que a un ser humano".

Los encuestados reclaman, en general, un marco regulador común de la investigación con embriones en la UE y coinciden también en su opinión sobre el test genético preimplantatorio. La gran mayoría acepta que esta prueba se utilice para detectar si el embrión puede padecer una enfermedad grave y no implantarlo, pero rechaza algo así cuando la razón es que se trata de un embrión del sexo no deseado.

El estudio revela, además, que médicos y científicos son los profesionales que más confianza merecen a los europeos, quienes consideran que estos dos colectivos son los que más han aportado a la mejora de las condiciones de vida y el progreso de la Humanidad. "La sociedad europea de comienzos del siglo XXI no se caracteriza por actitudes negativas o resistencias generalizadas ante la ciencia, sino más bien por actitudes de interés, confianza y optimismo acerca de sus consecuencias", señaló ayer Rafael Pardo. Empresarios, políticos y religiosos no alcanzan el aprobado ni en confianza ni en su aportación al bienestar humano.


LA MAYORÍA DE LOS ENCUESTADOS CREE
QUE UN TOMATE NORMAL NO TIENE GENES

Si las reservas morales son las que condicionan las posturas sobre la investigación con embriones, cuando se trata de la modificación genética de plantas, las razones básicas del rechazo son que se considera algo innecesario y que existe la idea de que su consumo "producirá enfermedades muy graves". Tampoco aquí puede hablarse de una opinión basada principalmente en el conocimiento de la materia: lo han demostrado dos falsas sentencias que la mayoría de los europeos toma por auténticas.

El 91,5% de los polacos, el 78% de los españoles, el 73% de los británicos, el 70% de los italianos, el 65% de los franceses y holandeses, el 62% de los austriacos, el 57% de los alemanes y el 41% de los daneses creen que un tomate normal y corriente -como los de la tienda de la esquina- no tiene genes, mientras que uno modificado sí. La realidad es que esas mayorías están confundidas: todo organismo vivo tiene genes.

Otra falsa idea en la que cree el 79% de los españoles, pero 'sólo' el 42% de los daneses, es la de que comer una fruta modificada puede provocar cambios en nuestros genes. La asunción de ambas afirmaciones como auténticas demuestra que queda mucho camino por recorrer en lo que se refiere a alfabetización científica, algo indispensable para una población que tendrá que tomar decisiones continuas sobre estas materias en los próximos años.

Las manipulaciones genéticas menos rechazadas son las encaminadas a evitar que el producto se estropee rápidamente o a hacerlo más nutritivo. Además, un 22,7% de los españoles comería tomates modificados, porcentaje que llegaría al 31% si los científicos aseguran a la ciudadanía que no hay riesgos. Algo similar ocurre en los otros países.


LA ENCUESTA
Países: Alemania, Reino Unido, Francia, Italia, España, Holanda, Austria, Polonia y Dinamarca. Los cinco países más poblados de la Unión Europea y otros cuatro "con particularidades interesantes".
Participantes: 13.500 mayores de 18 años. 1.500 participantes por cada país.
Margen de error: 2,58% con un nivel de confianza del 95,5% y en el caso más desfavorable.
Fechas: La encuesta se hizo entre octubre de 2002 y febrero de 2003. La duración del cuestionario fue de aproximadamente una hora.
Autores: Realizado por una empresa demoscópica en cada país, por encargo de la Fundación BBVA.